sábado, 10 de octubre de 2015

La higiene de Beethoven.


El descuido y el desaseo parecen ser carteles colgados al cuello de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Su imagen ha servido como el estereotipo del músico desmañado y casi harapiento, cuyos acercamientos  al agua y a un buen peluquero dan la impresión de haber sido infrecuentes y fugaces como un cometa en nuestros cielos. Ya en su época, mientras daba sus paseos, los campesinos de Gneixendorf solían tomarlo por un mendigo, ladrón o demente. Inclusive en 1820, mientras caminaba distraído por Viena, terminó perdiéndose y siendo arrestado. "Soy Beethoven.", dijo el compositor. "¿Y a mí qué? Usted es un vagabundo.", le replicó el funcionario, llevándoselo.


Lo anterior referiere por sí mismo el olvidado aspecto personal de Beethoven, que, sin duda, se correspondía en otro ámbito: el aseo y mantenimiento de su hogar. 

Aunque ha habido mucho de imaginación y exageración, no dejan de haber testimonios notorios al respecto. Uno de los más ilustres corresponde al del barón Louis Girod de Tremónt, el cual visitó al célebre músico hacia el año 1809:

Imaginaos el colmo de la suciedad y el desorden: cubos de agua que decoraban el pavimento y un piano de cola, bastante viejo, sobre el que el polvo se hacía sitio entre folios de música manuscrita o impresa. Bajo el piano -no exagero- un orinal sin vaciar. (...) La mayor parte de los asientos estaban cubiertos por ropa y por platos llenos de los restos de la cena del día anterior.

Estas memorias, publicadas en 1892, han hecho estragos en la imagen posterior del músico, resbalándola de las sublimes cimas del arte hasta los rincones más abyectos. No obstante, si bien la asociación de desaseo y genialidad en su figura está enraizada en la imaginería colectiva - asociación que, no pocas veces, engloba también al artista en general-, es necesario matizarla a través de comentarios de otros biógrafos y cercanos al músico.


Anton Schindler, secretario y amigo personal de Beethoven, relata que este, al contrario de otras opiniones, era pulcro con su persona y se lavaba con frecuencia. Según cuenta, durante la composición de la Misa Solemne, el compositor cantaba a voz en cuello el Credo, chapoteando en una tinaja dispuesta tras un biombo, a la vez que inundaba el piso con sus vehementes gestos. Por otra parte, Max Steinitzer afirma que su falta de autocuidado era causa de sus períodos de exaltación creativa, en los cuales "apenas comía, ni bebía, ni quería ver a nadie", e incluso

solía echarse jarros de agua fría en la cabeza, hasta que el piso de su habitación estaba encharcado y la humedad calaba, no pocas veces, hasta el piso inferior.

Más que sucio, distraído; más que vagabundo, un descuidado; pero, antes que nada, uno de los músicos más grandes que haya dado la humanidad -con o sin jabón-.

Le dejamos un ejemplo magnífico de su genio por acá.

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