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jueves, 10 de marzo de 2016

Recuerdos y semblanzas de algunos compositores.

El retrato, noble testimonio que desafía al olvido, tiene el valor de aquello que no se quiere perder en el diario naufragio del tiempo y la memoria. Desde el más simple trazo de un niño hasta la magistral obra del artista, toda persona ha buscado plasmar aquello que aprecia, admira o, inclusive contra su voluntad, aborrece. Es así que, inevitablemente, el ser humano busca salvar de la muerte aquello que trasciende de lo cotidiano, y un sencillo recuerdo escrito puede tener el valor de un inconmensurable tesoro para el porvenir.

Aquí tenemos algunas líneas conmemorativas, semblanzas y memorias de grandes músicos, imágenes escritas por testigos de aquellos hombres que fueron habitados por la inspiración. Pequeña pero significativa, esta antología nos deja una cálida enseñanza: fueron simples personas, y habitaron entre nosotros.


Ludwig van Beethoven (1770-1827):


"En Teplice he conocido a Beethoven. Su talento me ha dejado estupefacto. Tiene una personalidad totalmente indisciplinada. Ciertamente no deja de tener razón al encontrar al mundo detestable, pero con ello no lo hace más agradable ni para él ni para los demás. Sin embargo, es muy de excusar y de compadecer, porque está perdiendo el oído, cosa que quizá daña menos la parte musical de su naturaleza que la social. Este defecto le hace doblemente lacónico, siéndolo él ya por naturaleza." (Johann Wolfgang Goethe, en una carta a Zelter fechada el 2 de septiembre de 1810).



Franz Schubert (1797-1828):


"No era ni feo ni guapo, pero, apenas hablaba o reía, su cara se animaba; pese a la miopía y a las
gafas, su mirada brillaba y su expresión transformada lo hacía casi hermoso." (Joseph von Spaun, compañero de internado y amigo del compositor).


Niccolò Paganini (1782-1840):

"Un miembro del público permaneció en el salón vacío, un hombre de largos cabellos, ojos de mirada aguda y una expresión extraña y torturada, una criatura perseguida por el genio, un titán entre gigantes, a quien yo nunca había visto jamás, y que al verlo por primera vez me conmovió hasta lo más profundo. Me detuvo en el corredor y, apoderándose de mi mano, pronunció tan resplandecientes panegíricos que encendió mi corazón y mi cerebro. Era Paganini." (Hector Berlioz, después de un concierto de su Sinfonía Fantástica en 1833).




Frédéric Chopin (1810-1849):

"Fue delicado de cuerpo como de espíritu; pero aquella ausencia de desarrollo muscular le dio la ventaja de conservar una belleza, una fisionomía singular que, por decirlo así, no tenía ni edad ni sexo. No poseía el aire ardiente y masculino de un descendiente de aquella raza de antiguos dominadores, capaces sólo de beber, cazar y guerrear; y tampoco se trataba de la gracia afeminada de un querubín color de rosa. Era algo así como las figuras ideales que la poesía medieval creaba para adornar los templos cristianos. Un ángel de hermoso rostro como una mujer triste, puro y esbelto de formas como un dios del Olimpo." (George Sand, de su novela Lelia. Liszt citaría esta misma descripción en su biografía de Chopin).


Franz Liszt (1811-1886):

"Que Franz Liszt no puede ser un pianista tranquilo, para ciudadanos tranquilos y dormilones pacíficos, se entiende muy bien. Se sienta al piano arreglándose el cabello varias veces sobre la frente y empieza a improvisar; luego enfurece, por lo general enseguida, sobre las teclas de marfil; plasma un conjunto salvaje de pensamientos elevadísimos, entre los cuales, aquí y allí, las flores más dulces expanden su aroma, de forma tal que al mismo tiempo uno siente espanto y embeleso, pero permanece el espanto." (Heinrich Heine, famoso escritor alemán).



Johannes Brahms (1833-1897):

"Sin corbata, con un cuello duro y pantalones mucho más largos de lo que hubiera sido necesario; además, cuando llovía, se ponía una gran manta y se la echaba sobre los hombros, cerrándola con un alfiler de niña." (Josef Victor Widmann, amigo del compositor).








Claude Debussy (1862-1918):

"Lo veíamos llegar sombrío, usando un pequeño sombrero de fieltro muy angosto, una corbata de lazo suelta y una capa grande que le daba un aspecto bastante lúgubre. Cuando se quitaba todo esto, lucía extremadamente pálido, su pelo muy negro, con una barba descuidada, una especie de liquen que se extendía por su cara hasta sus ojos, su frente sobresaliendo como la de Júpiter, de párpados pesados y una pequeña nariz que parecía que se hubiera achicado. Una boca delicada, roja y sensual, era la única nota de color de todo el conjunto. Parecía una versión faunesca de Jean Richepin, o mejor todavía, La cabeza de San Juan, de Solario, que está en el Louvre." (León-Paul Fargue, poeta, novelista y periodista).



Ígor Stravinsky (1882-1971):

"Es físicamente tan extraordinario que sólo una estatua de pie o un dibujo de tamaño natural pueden plasmar su singularidad: altura pigmea, piernas cortas, ausencia de carne y postura de futbolista, grandes manos y pelo de color arena. Se queda uno tan parado al observarlo que hay que hacer un esfuerzo para concentrarse en lo que dice." (Robert Craft, amigo y biógrafo del compositor).

Para un deleitable testimonio sonoro, siga por acá.



domingo, 28 de febrero de 2016

Compositores v.s. libretistas





Mary Garden como Mélisande
Es poco probable que existan cosas tan parecidas y a la vez tan distintas como dos seres humanos. El simple acuerdo entre dos personas es una probabilidad escasa; un sencillo juego de niños puede terminar en llantos y terribles declaraciones, tal como una relacion de pareja o los tratos comerciales. Tampoco en el campo del arte las duplas son comúnmente exitosas, y en la música en especial todo ocurre entre suspicacias y labios fruncidos cuando dos o más voluntades se conjugan, no sin esfuerzo, en pos de una gran obra

La ópera, esa feliz amalgama de fuerzas artísticas, requiere aunar criterios entre distintas disciplinas, principalmente entre música y palabra. Puede darse la rara ocasión en que una sola persona asuma ambas -verbigracia, Richard Wagner-; no obstante, esta opción es tan poco común como sospechosa, y más vale para un compositor contar con un buen libretista con el cual entenderse en los mejores términos posibles. Los milagros, como el caso de Richard Strauss con Hugo von Hoffmansthal, son escasos, y las tensiones se vuelven parte integral del proceso, al punto de hacer peligrar todo el producto cuando lo humano, demasiado humano, aparece con esplendor y belicosidad.
Giuseppe Verdi

El caso de Giuseppe Verdi (1813-1901) con Francisco Maria Piave (1810-1876) es un típico ejemplo para ilustrar el asunto. El primer encuentro entre ambos ocurrió hacia el año 1843, época en que Verdi ya estaba consolidándose como compositor de óperas, en especial gracias al éxito de Nabucco. Piave, joven y sumiso veneciano, fue material para que Verdi pudiese hacer lo que quisiese, y ser, como dijo G. Baldini, biógrafo del compositor, "apenas algo más que un instrumento en sus manos". Verdi fue duro con el poco experimentado escritor; aún después de haber trabajado en seis óperas juntos, era perfectamente capaz de rechazarle un libreto entero, bajo el pretexto de habérsele ocurrido "una idea mejor" (idea que se convertiría en La Traviatta). Aunque en broma, en sus cartas solía llamarle "puerco", "gato", "cocodrilo", "rata", hasta incluso "Sr. Hijo de puta"(¡). 

Francesco Maria Piave
El caso específico en que se reflejó este "cariño" fue para la composición de Macbeth. Verdi, admirador de Shakespeare, fue consciente del terrible desafío que suponía la puesta en escena de aquella magna obra. "¡Es una de las más grandes creaciones de la humanidad!... Si no podemos hacer algo grande con ella vamos a intentar, al menos, hacer algo fuera de lo común.", escribió a Piave. Lamentablemente, a Verdi jamás le dejó satisfecho la aparente lentitud del libretista ni el resultado al que llegó en enero de 1847, tildándolo de trivial y excesivo. Al final, Andrea Maffei, escritor amigo suyo, escribió algunas partes, las cuales recortó también el propio Verdi, terminando el libreto él mismo. Obviamente, no dejó a Piave sin comunicarle sus sinceras palabras respecto a su versión del libreto: 

Para hablarte francamente, yo no habría podido componer la música con estos textos. Como ves, me habría encontrado en un sincero aprieto. Ahora todo se arregló, puesto que hemos cambiado casi todo.

Claude Debussy
No corrió suerte análoga Claude Debussy con el escritor y premio Nobel belga,  Maurice Maeterlinck (1862-1949). Debussy había estado trabajando años antes en la partitura de Pelleás et Mélisande, basada en la obra de Maeterlinck, antes de que se conocieran en 1901. En aquel encuentro, Maeterlinck se vio al parecer incómodo y poco interesado en la muestra que hacía Debussy al piano de la música para la obra, queriendo varias veces dejar el cuarto y, finalmente, conformándose a encender su pipa para soportar la audición. Con todo, se mostró satisfecho al saber de que a Debussy le había encantado la idea de que Georgette Leblanc (1875-1941), cantante, actriz y amante del escritor, hiciese el papel de Mélisande en el estreno de la obra. Pero, luego de algunos ensayos, ocurrió que Maeterlinck se enteró por el diario de que otra actriz había sido contratada para hacer el rol principal. Aunque no fue culpa de Debussy, sino de las disposiciones de la Opéra Comique, el dramaturgo no escuchó razones, y su indignación alcanzó cotas bastante altas.

La misma Georgette Leblanc cuenta lo siguiente cuando Maeterlinck, amenazando con su bastón en el aire, fue encolerizado a buscar al causante de semejante traición:

Maurice Maeterlinck
Fue una historia lamentable. Tan pronto como entró en la sala, Maeterlinck amenazó a Debussy, que se sentó pacíficamente en una silla, mientras Madame Debussy corría hacia su marido con una botella de sales en la mano. Ella le suplicó a Maeterlinck que se retirara y no hubo nada más que se pudiera hacer. 

Aún así, la obra se estrenó el 30 de abril de 1902, con Mary Garden como Mélisande. "¡Esos compositores, son todos locos, están enfermos de la cabeza!", diría más tarde Maeterlinck, no sin  malicia.

André Gide e Igor Stravinsky
Igor Stravinsky (1882-1971) también tuvo dificultades con otro Nobel, el señor André Gide (1869-1951). Ambos se habían conocido en 1910 en el salón de Misia Sert. Gide solía visitar al músico cuando este se refugió en Suiza durante la guerra; ambos habían pensado en alguna futura colaboración desde aquel entonces. El momento llegaría en la década del treinta, donde acordaron trabajar en el melodrama Perséfone. Los malos entendidos no tardaron: Gide quería que se cantase la obra con los acentos que se usarían normalmente al recitar el texto; a Stravinsky, por otro lado, le parecía fuera de lugar esa idea en un contexto musical. El compositor pidió incluso la mediación de Paul Valéry (1871-1945), famoso poeta francés y amigo personal de Gide.  Finalmente, Perséfone se estrenó en la Ópera de Paris en abril de 1934. Stravinsky, famoso por su afilada legua, no perdió ocasión para dejar clara su impresión al humilde Gide:

Poco después del estreno, Gide me mandó un ejemplar del libreto recién publicado con la dedicatoria "en comunión". Le contesté que "comunión" era precisamente lo que no habíamos tenido

Para formarnos una opinión acerca de esta "comunión", siga por acá. 


http://www.bookdepository.com/Vid-de-Verdi-John-Rosselli/9788483232019?ref=grid-view/?a-aid=robertolopez




lunes, 12 de octubre de 2015

La mala lengua de la crítica musical.

La crítica ha sido una herramienta de opinión peligrosa; puede elevar a las alturas una baratija o encender la pira para una obra maestra. Nadie sabe el valor de una apreciación hasta que llega el verdadero juez implacable de todo lo humano: el tiempo. Ya luego, podemos recién afirmar si la voz del crítico era la de un profeta o un miope, aunque con una salvedad: no hay experto que no pueda resbalar, y en los desaciertos abundan no pocas veces las mejores intenciones.


Tenemos a continuación ciertas opiniones críticas acerca de compositores y sus obras musicales. Juzgue usted si estaba la razón de su lado o no:

"Las composiciones de Johann Sebastian Bach carecen totalmente de belleza, de armonía y, sobre 
todo, de claridad." (Johann Adolph Scheibe, Der critische Musikus, 1737).

"Una orgía de estruendo y de vulgaridad." (Louis Spohr sobre la primera interpretación de la Quinta Sinfonía de Beethoven).

"(Chopin) si se hubiese sometido sus composiciones al juicio de un experto, este las habría destruido... En cualquier caso, me gustaría hacerlo yo." (Ludwig Rellstab, Iris im Gebiete der Tonkunst, 1833).

"Rigoletto (ópera de Verdi) es floja desde un punto de vista melódico. Esta obra no tiene ninguna posibilidad de formar parte del repertorio". (Garete Musicale de Paris, 1853).

"La melodía infinita es la falta de forma elevada a principio, la embriaguez del opio en el canto y en la orquesta para cuyo culto especial se ha levantado un templo en Bayreuth." (Eduard Hanslick acerca de las teorías de Richard Wagner).


"Aquel bruto de Gluck fue quien estropeó todo. ¡Un ser tan aburrido!, ¡tan pedante!, ¡tan ampuloso! Su éxito me parece inconcebible. Y se le ha tomado como modelo. ¡Se le ha querido imitar! ¡Qué aberración! Nunca es amable ese hombre. Sólo conozco a otro hombre tan insoportable como él, ¡Wagner!." (Claude Debussy, bajo el pseudónimo de El Sr. Corchea).

"Si hubiese un Conservatorio en el infierno, Rachmaninoff ganaría el primer premio por su primera sinfonía, tan execrables son las discordancias que nos ha servido." (Cesar Cui, en una reseña acerca de la Primera Sinfonía de Rachmaninoff, 1897).

"Una laboriosa y pueril barbaridad (...) Lamentamos ver a un artista como el señor Stravinsky involucrarse a sí mismo en esta desconcertante aventura" (Hernri Quittard en Le Figaro, en una reseña acerca de La consagración de la primavera, 1913).

Arthur Schnitzler dijo: "Algunas músicas singulares, cuando las escuchamos, nos hacen sentirnos benevolentes hacia nosotros mismos y proclives a perdonarnos todos los pecados que hayamos cometido. Pero aun son más poderosas aquellas que nos embriagan hasta hacernos casi perdonar el daño que nos han causado nuestros congéneres." 

Perdonemos, pues, los posibles desaciertos de los críticos con la belleza de la música, pinchando por acá -si es que casi se lo merecen...-.

http://www.bookdepository.com/El-Mundo-de-Debussy-Roger-Nichols/9789879396520/?a_aid=robertolopez