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lunes, 5 de octubre de 2015

Robert Schumann: voces, fantasmas y ángeles.

La locura, esa ave lúgubre y atroz, cobró no pocas víctimas entre los artistas del siglo XIX; consumió al pobre van Gogh, al solitario Nietzsche, a Hölderlin y a los fatales Maupassant y Baudelaire -"He sentido el aletear de la locura", anotó este último en su diario-. Los músicos no se excluyeron de aquella maldición, y su más ilustre ejemplar había de ser un compositor y (casi) pianista alemán: Robert Schumann (1810-1856).

Hipocondríaco, obsesivo y temeroso de los pisos altos, luego de una febril actividad como compositor y director en la ciudad de Düsseldorf, Schumann comenzó a divagar en torno a extrañas ideas hacia el año 1853. Se hicieron conocidas sus actividades espiritistas, las cuales efectuaba con un velador de tres patas, al que en una ocasión le preguntó cuál era la velocidad exacta de la 5ta sinfonía de Beethoven. Ya al año siguiente serían sucesivos los estados alucinatorios, en los cuales decía oír voces, ver ángeles y también diablos

Ruppert Becker, amigo del músico, nos da un curioso testimonio en una entrada de su diario, fechada el 14 de febrero de 1854:

Schumann habló hoy de un extraño fenómeno que lleva notando varios días. Y es esto: ¡la percepción interior de piezas musicales maravillosas, perfectas en la forma! El sonido le parece una música lejana de instrumentos de viento; las más hermosas armonías la realzan aún más de ya forma especial. Incluso cuando estábamos en casa de Junge empezó su concierto interior y se vio obligado a interrumpir la lectura del periódico. ¡Dios quiera que no se trate de un mal presagio!

Por desgracia, era eso: un mal presagio. El mismo Becker anota el 21 de febrero que Schumann le contó "que se le había aparecido Schubert, quien le había revelado una maravillosa melodía".

Sería unos días más tarde, el 27 de febrero cuando el compositor se arrojaría a las gélidas aguas del Rin semidesnudo, siendo rescatado por unos barqueros. El 4 de marzo sería trasladado a una clínica psiquiátrica en Endenich, de la cual no saldría nunca más. Allí, según las escasas informaciones que se tienen (el historial clínico no fue hallado nunca), Schumann parecía turbado y agresivo los primeros meses, pero al poco tiempo pareció mejorar, llegando a escribir cartas, recibir visitas y hasta trabajar en alguna que otra composición. Sin embargo, en la primavera de 1856 se negó a recibir comida, y, empeorando rápidamente su estado, falleció el 29 de julio.

"El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del genio", escribió alguna vez William Blake (apodado "el loco", dicho sea de paso). ¿Será que esas últimas sendas colindan con aquellas otras aún más peligrosas, de las que no se halla salida después?

Para una muestra del genial Robert Schumann, pinche acá.